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El amor es débil, según los criterios de la fuerza que gusta de imponerse a los otros; pero, visto desde el misterio de la fe, con los ojos del corazón, el amor tiene su “poder” específico y su utilidad. Podemos decir, con el Capítulo Preliminar, que uno de nuestros fines sigue siendo el de “propagar la devoción de los Sagrados Corazones de Jesús y de María”, entendiendo la “devoción” como “entrega”, el hecho de ligar la persona al amor de Dios manifestado en Cristo. Engarzar a las personas en ese amor, dándolo a conocer a partir de nuestra experiencia pobre pero luminosa: ésa es nuestra misión." (37º Capítulo General, N. 27)